Erika Diettes: "Somos los vivos los que recordamos"

Este año pasa pero, inexorable, hinca un nuevo duelo en mi ser por la pérdida de mi amada amiga Nadis Londoño, cuyo aporte fue esencial para el desarrollo de mi obra, para el acompañamiento psicosocial a los dolientes que han participado en ella, de manera generosa y, en general, para la construcción de la memoria histórica en Colombia. DW Español me visitó hace poco, e hizo un recorrido por cada uno de los procesos artísticos que he llevado a cabo a lo largo de mi carrera y, durante las conversaciones que sostuve con la periodista Natalia Orozco, pudimos traer a colación, nuevamente, esa reflexión sobre el duelo, ese proceso universal del que la mayoría de seres humanos no podremos escapar, cuya esencia ha estado presente en mi proceso creativo desde las primeras imágenes que lo inspiraron.

Las guerras y sus justificaciones varían, pero la pérdida es transversal a toda la experiencia humana. Mientras la tragedia se extiende como telón de fondo, ver el horror transforma la mirada y te hace perder la fe en la humanidad. No obstante, allí están presentes esas vidas que fueron posibles durante y después el horror, esos supervivientes cuyas voces dan cuenta de una vida que sigue, fluye y brota, pese a todo. Y como la memoria es un asunto de los vivos, agradezco la oportunidad de seguir escuchando con todos los sentidos estas historias, que si bien están enmarcadas por la violencia, son, ante todo, cartas de un amor profundo.

Los muertos se llevan, de manera permanente, una parte de uno. Por ejemplo, en el caso del padre, nunca jamás serás la hija de alguien más. Extrañar es signo de que se amó. De manera similar, un año que se va también provoca una suerte de duelo, que es el duelo por la propia vida que va pasando. Así, cada año tiene su personalidad, su carácter, su tonalidad. A veces, esperamos que pase pronto, como si el cambio de fecha generara una especie de cierre simbólico de un ciclo. A veces, nos embarga la nostalgia por esos años viejos y amables. Que el duelo por el 2022 sea liviano, y que el 2023 nos permita seguir escuchándonos y encontrándonos en el dolor y, por qué no, en las alegrías del otro.

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